Humana Natura nace un día de verano reflexionando sobre el curso que apenas había finalizado e intentando comprender cuáles pueden ser algunas de las causas del fracaso escolar y de la altísima tasa de suicidio que existe en nuestro país, tanto en adolescentes como en adultos.
Yo tampoco estaba bien y observaba a mi alrededor que cuando expresaba mis reflexiones y mi propio estado de ánimo, me costaba mantener una conversación fluida al respecto. Recibía silencios o frases entrecortadas como respuestas en forma de tabú.
Cuanto más intentaba debatir sobre este tema con personas de diferentes perfiles y clases sociales, más se reforzaba en mi la conclusión de que todos y todas tenemos algo en común. Somos analfabetos emocionales. Desconocemos parte de nuestra naturaleza humana, no sabemos ponerle nombre y por ende, no sabemos gestionar nuestras emociones y menos darles forma, ya sea con la palabra o a través del uso de cualquier herramienta creativa.
La emoción está vinculada a la fragilidad, a la vulnerabilidad (si como esta solo tuviera connotaciones negativas) y todavía, directamente atribuida al género femenino como símbolo de debilidad, reprimiendo al mismo tiempo al género masculino de expresiones emocionales como la tristeza. Es una barbaridad.
Hemos aprendido a alejarnos de nosotros mismos escondiendo la emoción, enterrándola, solapándola con un aparente bienestar de plástico disfrazado de Mr. Wonderful. Y es que no es una cuestión de apelar al sentimentalismo ni a la ñoñería. Es sencillamente reivindicar y rescatar una parte más del mapa que conforma nuestra naturaleza.
Muchas son las mejoras que este, nuestro sistema educativo, debe llevar a cabo, pero no cabe la menor duda que una de ellas es introducir dentro del currículo la asignatura de Inteligencia Emocional, la cual debería ser impartida por orientadores (brújulas TAN necesarias en los centros educativos) o bien por docentes con la apropiada formación.
Mientras ese cambio llega, decidí que el año tenía que ser diferente. En mis manos estaba tener la voluntad de cambiar las cosas o al menos hacer la prueba.
En la primera semana de clase expliqué a mis alumnos y alumnas en qué iban a consistir nuestras tutorías y no les entusiasmó mucho la idea. El proyecto entró en clase como una jarra de agua fría. Las palabras tristeza, alegría, ira, vergüenza, miedo o aversión han ido entrando en los oídos de todos y todas como cuando les hablamos de fracciones, del genitivo sajón, del nazismo o de la Ilustración. Poco a poco las tutorías se han convertido en horas más livianas donde se aprende a desarrollar estrategias para desviar el foco de una emoción negativa a una positiva. Nuestra clase se convirtió en nuestra segunda casa. Se colgaron fotos de paisajes, mascotas, amistades o familiares. En definitiva, todo aquello que les permitiera transitar de un estado anímico a otro. Por ejemplo, en un examen.
Poco a poco se han ido consiguiendo pequeños grandes retos, tales como reconocer que la emoción es algo normal e intrínseco en cada uno de nosotros y nosotras o generar debates en los que se comparte cuáles son las situaciones que generan emociones negativas y cual es la forma que tienen de reaccionar ante estas, dándonos cuenta que estamos hechos de la misma pasta.
Las tutorías han seguido su curso haciéndoles generar conciencia de cuáles son sus tendencias emocionales, entendiendo que muchos de ellos habitan predominantemente en alguna emoción negativa como la ira o la tristeza. Realizar trabajos de arteterapia les ha servido para representarlas, exteriorizarlas, descolgarse de ellas y dar forma a su propio modo de habitar dentro de ciertas emociones.
Trabajar la inteligencia emocional no es solo aprender sobre las propias emociones, sino también entender y reconocer la de la persona que tenemos al lado. Ser capaces de crear estrategias y recursos para activar emociones positivas, reconocer e identificar las negativas, saberlas modular y gestionar, trabajar la empatía.
¿Nos hemos preguntado alguna vez cuánta violencia de diferente índole reduciríamos si entendiésemos por qué emoción está atravesando alguien y cómo la está viviendo?, ¿Nos hemos preguntado alguna vez que desarrollar la inteligencia emocional es fuente de bienestar y por tanto de felicidad?
El proyecto Humana Natura sigue su curso y desconozco cuál será su siguiente parada pero hay algo que sé que si ha cambiado en clase. Hablan entre ellos de sus emociones, son capaces de hablar de la tristeza o de la ira y de sentirse con el derecho de reivindicar y defender la alegría.
En clase, escucho frases tales como “Llorar es muy importante” o “Me siento frustrado”. No se callan. Están expresando algo importante para ellos y ellas y por tanto, están quitándose una gran presión interior. Hay mucho que hacer, que investigar y mucho que mejorar pero hay algo que creo que entre todos y todas hemos conseguido en clase y es que a la naturaleza humana se la respeta en todas sus variantes y por tanto, también a la emoción.
Eva Gómez Espinosa de los Monteros
Tutora de El Molar Presencial N2